jueves, 25 de febrero de 2010

El viejo refrigerador Amarillo!!!..

Ayer recordando viejos tiempos. Platicaba de mis experiencias de recién casada.

Ah!! como es bonito soñar. Creer que el amor dura para siempre.

Creo e insisto en que el amor es algo que debemos cultivar.

Así como una planta que se cuida con cariño. Si se riega y adoba, llegara a ser un árbol fuerte que sobrevivira a tiempos difíciles.

Bueno pero no es de esto que quiero hablar. Y si de una historia.

Tragicómica

Vivía en Rió de Janeiro.

Nuestro nidito de amor, estaba ya casi completo.

El incío de mi matrimonio, fue con muchas dificultades y problemas económicos. Cada cosa que comprábamos era una nueva victoria. Con cariño fuimos poco a poco consiguiendo todo lo que queríamos.

Nuestro nidito de amor, era un departamento de dos cuartos.

La sala era larga y terminaba en un pequeño balcón. Entrando por la puerta principal a la derecha estaba la cocina pequeña, al fondo de la cocina estaba el área de servicio, donde estaba mi archienemiga, la maquina de lavar y el fregadero.

Dividia esta area una puerta de vidrio y una media pared con ventana dividía que permitían la entrada de luz natural a la pequeña cocina.

En la cocina junto a la ventana, estaba la estufa, de cuatro bocas, lugar donde grandes aventuras y conquistas saldrían.

En seguida estaba el fregadero con una pequeña área, de apoyo. Después había una tarja, donde de tan pequeña era difícil lavar ollas grandes. Debajo, guardaba mis ollas.
Encima, un pequeño armario, para los alimentos. Junto a esta tarja, garbosamente estaba, el tan susodicho, Refrigerador... Amarillo!!!

Este refrigerador, si pudiera hablar, cuantas cosas podría contar.

Este pequeño artefacto, era especial, bajo, gordoy amarillo, aproximada mente 1.60 de altura, tenia una puerta grande y el congelador estaba dentro, separado por una portecilla, donde guardábamos algunos congelados.

El refrigerador ya tenia cierta edad, estaba un poco oxidado en su parte externa, era sostenido por cuatro patitas blancas con rueditas, oxidadas. Al abrir la puerta y cerrarla, parecía caminar o mas bien cogear.

Mi marido un hombre inquieto y exigente quería todo siempre en orden. Yo recién casada, trataba de todas las formas, de hacerlo feliz.

Cuidaba de la casa, tratando que todo estuviera bien, organizado y bonito.
Para mi era sumamente difícil, pues no fui educada en estas artes.
No sabia hacer nada de casa, no lavaba, no planchaba, no sabia cocinar, lloraba nada mas en pensar que tenia que cuidar de una casa...

Mi madre lo alerto, cuando le informamos que queríamos casarnos. Pero este pequeño detalle a el no le pareció importante... En ese inicio de vida a dos.

Así yo me esforzaba......pero digamos que dejaba a desear.

Todos los sábados, eran días de inspección en el refrigerador. Y para evitar atritos o críticas desde el viernes, trataba de dejar todo en orden.

Ese sábado, ya confiada de que mi refrigerador estaba en orden, limpiecito y listo para pasar por la inspección, decidí, cerrar con broche de oro y hacer un delicioso mouse de chocolate.

Así que prepare esta deliciaria y la coloque en el susodicho refrigerador.

Aprovechando que el estaba ausente, jugando fútbol, con algunos amigos en el edificio.

Decidí, enfrentar mi enemiga la estufa y hacer este mouse, con una nueva receta.
Después de terminar la preparación del mismo, lo despeje en un pirex de vidrio. La receta indicaba que debería dejar algunas horas en el refrigerador para endurecer, asi lo hice.
Pensando en que quedara listo para la comida, decidí colocarlo en el freezer, para ganar tiempo.

Al cabo de dos horas, regreso marido, cansado y con sed dirigiéndose hacia el refrigerador.

Cogió un vaso del armario, abrió el refrigerador. Cogió una botella con agua helada, se sirvió y bebió.
Al abrir la puerta, el refrí, crujió, y cogió una vez.
Al cerrar la puerta, el refrí, crujió y cogió otra vez.

Marido, terminó de beber su agua, volvió abrir la puerta, se agachó, para ver que había en su interior, observó y decidió acomodar los platos de otra forma.

Empezó a sacar uno a uno los platos. Para no gastar energía, cada vez que sacaba dos o tres platos, cerraba la puerta.

Así empezó la danza del refrí. Cric, crac, cric, crac, abre y cierra, abre y cierra.
Fueron algunos momentos de abrir y cerrar. A cada instante Marido entraba más y más en el interior. Y el refrí nsistía en reclamar, cric, crac.

Agachado, con la cabeza dentro del mismo. Con una mano detenía la puerta, con la otra cogía alguna vasija para sacar, alguna cosa.

El refri, cansado de tanto vaí, ven, seguía reclamando. Más una vez la puerta se abrió, marido se inclino.
La puertecilla del freezer, cediendo a tantos cric, crac, cric, crac, se abrió, dejando el pirex con mi mouse, caer sobre la cabeza de marido. Rompiéndose en su cabeza, dejándolo totalmente bañado en mouse de chocolate.

El asustado y atónito, se levanto, gritando con todos sus pulmones !!!!!

MAAAAAAARRRRTTTTTHHHHHAAAAAAAAAAAA!!!!!

y todo sucio se fue directo al baño, a darse una ducha...

Así termino, mi delicioso mouse de chocolate...

Nunca sabré si estaba rico. Lógico! cambie de receta.

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